Dra. Concepción Calleja
Publicado en D-Farmacia, 14/10/2011
El ejercicio o la práctica de la medicina complementaria, bajo cuyo paraguas se ha cobijado tradicionalmente la homeopatía, está cada vez más extendido en todo el mundo. Los pacientes que acuden a especialistas formados en esta disciplina también se pueden beneficiar de una diversidad cada vez mayor de procedimientos, puesto que la medicina homeopática dispone de un amplio arsenal terapéutico, con cerca de 2.000 medicamentos. La práctica de la homeopatía es eficaz y no supone un riesgo para la salud al carecer de efectos secundarios.
El término «medicina complementaria» o «medicina alternativa» se ha utilizado para hacer referencia a la homeopatía y otras terapéuticas cuyos métodos y tratamientos difieren de los de la medicina convencional, pero se emplean junto con ella. Una denominación o enfoque más innovador es el de la medicina integradora o medicina integral. Pero éste no es un concepto nuevo en medicina. Si echamos la vista bastantes décadas atrás, vemos que la idea de considerar al paciente como un todo y la necesidad de evaluar factores psicosociales, del entorno y del estilo de vida en la salud y en la enfermedad, ya formaban parte de la medicina psicosomática, o mental y corporal. Para George Engel, pionero en el enfoque biopsicosocial del tratamiento de los pacientes, resulta de una consistencia aplastante el enfoque que se centra en la persona y no sólo en la enfermedad. La medicina tradicional, tal como se practica en todo el mundo occidental, presupone que el cuerpo es un sistema biológico y fisiológico, y que los trastornos tienen una causa que puede tratarse con fármacos, cirugía y otros métodos para producir la curación. Así pues, la medicina tradicional también se conoce como biomedicina. Y en el marco de esos métodos curativos también estaría incluida la homeopatía. Sin duda, el concepto de medicina integradora es más realista y preciso en su alcance y debería utilizarse con más asiduidad.
Bibliografía: Scott Dowling A. George Engel, MD. Am J Psychiatry. 2005. doi: 10.1176/ appi.ajp.162.11.2039