Dra. Concepción Calleja
Publicado en D-Farmacia, 05/12/2010

A Charles Darwin (1809-1882) no le pasó inadvertida la homeopatía, todo lo contrario. Durante su largo periplo de estudio e investigación que concluyó con el desarrollo de la teoría de la evolución de las especies, tuvo varias experiencias relacionadas con la terapéutica homeopática que resumimos a continuación. Darwin regresó de Sudamérica intoxicado por la quinina, seguramente por la ingesta en crudo que se hacía en aquella época para curar o prevenir el paludismo. Se tomaba en grandes dosis y esto dejaba secuelas debido a la iatrogenia: náuseas, vómitos, dispepsia, temblores, caquexia, etc.
Darwin tenía, por entonces, la necesidad urgente de publicar su teoría sobre la evolución y en este contexto vivió un distanciamiento con su esposa por ser ella muy creyente. Precisamente él dejó de serlo, al parecer, por determinadas circunstancias que le tocó vivir: murió su hija favorita con tan sólo 10 años en 1851, se cree que de tuberculosis y con un gran sufrimiento. Luego perdió a un bebé, después a su hija Anne, de 8 años y más tarde a otro hijo de 2 años. Darwin tuvo 10 hijos.
Contacto con la Homeopatía
Su contacto con la terapéutica homeopática se produjo 1849, cuando conoció a dos médicos homeópatas (Gully y Chapman) que le atendieron en sus padecimientos. Gracias a los tratamientos que le administraron recuperó la salud: desaparecieron los síntomas de la ingesta excesiva de quinina, ganó peso y se restableció. Seguramente, esto le animó a experimentar con plantas según la manera de preparación de las dosis infinitesimales homeopáticas. Según el texto Plantas Insectívoras (Nueva York, Appleton & Co. 1875), experimentó con Drosera. Descubrió que con dinamizaciones de fosfato de amonio se cierran los tentáculos de la hoja de Drosera. En 1874 escribe a un fisiólogo: «Logramos causar la inflexión de casi todos lo tentáculos y con frecuencia de la hoja misma. (…) Los resultados me parecieron tan increíbles que buscaba algún error. Pero repetimos las observaciones durante varios años. Dos de mis hijos compararon varios grupos de plantas simultáneamente inmersas en la dilución y en agua, señalando la indudable diferencia en su aspecto. (…) Esta sensibilidad extrema y la capacidad de transmitir impulsos desde una parte de la hoja
hacia otra fue adquirida sin la intervención de ningún sistema nervioso. (…) Logramos influir en la hoja causando movimientos y alteración de secreciones, pero dicha transmisión no depende de elementos aliados al tejido nervioso.»
Aquí os dejo este breve testimonio de un grande de la historia cuya experimentación con diluciones homeopáticas no está suficientemente difundida. Un buen motivo de reflexión, sin duda.
Bibliografía
Darwin C. Insectivorous Plants. New York: D. Appleton & Co., 1875. http://www.gutenberg.org/etext/5765
Darwin F. ed. The Life and Letters of Charles Darwin. New York: D. Appleton & Co.;1903.